Un motivo de consulta recurrente en mi práctica clínica es la infidelidad, un tema polémico y complejo que genera efectos adversos las personas. Las emociones que se experimentan van desde la confusión, pasando por el sentimiento traición, deslealtad, depresión, indignación, baja autoestima, pérdida de la confianza, culpa, e incluso estado de shock.
Generalmente, en nuestra sociedad cuando una persona inicia una relación de pareja, espera que ésta sea monogámica. A veces se hace una acuerdo verbal de exclusividad y en muchas otras sólo se da por hecho que así será. Sin embargo, este compromiso implícito o explícito se rompe continuamente generando crisis en las parejas que muchas veces los acompañan durante toda su vida.
En este artículo trataré de mostrar distintas perspectivas que se tienen sobre el tema de la infidelidad.
Un vistazo antropológico a la infidelidad
No en todas las sociedades y las culturas está presente el constructo de la “fidelidad“. Si bien es cierto que en la actualidad impera el modelo de la monogamia, las relaciones extramaritales se toleran en algunas culturas. Un ejemplo de ello son los esquimales, que consienten en que el marido permita a un amigo o huésped que tenga contacto sexual con su esposa, en virtud de las leyes de hospitalidad. Entre los Turu de Tanzania, se da como un hecho que las mujeres tengan amantes, pero deben mantenerlo en secreto, sin manifestárselo al marido.
El hecho de que existan estas concepciones sobre las relaciones fuera de la pareja estable habla de que nuestro concepto de “infidelidad“ no es absoluto. Es difícil verlo por la carga negativa que tiene en nuestra sociedad.
Carl Rogers y las “relaciones satélite”
Por otro lado, en la actualidad también existen diversas propuestas de relaciones abiertas que no gozan de mucha aceptación debido a la moral dominante monogámica. Por ejemplo, el psicólogo humanista Carl Rogers en su libro “El poder de la persona” (1980), habla de que cuando las parejas son expuestas a un enfoque centrado en la persona, las relaciones satélite se hacen más probables. Los individuos, tanto hombres como mujeres, descubren que es posible sentir amor por más de una persona al mismo tiempo. Uno, o los dos, pueden experimentar un segundo amor, fuera de su relación principal. Ésto casi siempre produce celos, dolor y miedo a la pérdida. Sin embargo, esa crisis puede ser superada con el consiguiente enriquecimiento de la relación como pareja.
Rogers conceptualiza las relaciones satélite como:
“…una relación cercana, secundaria, fuera del matrimonio y que puede incluir o no relaciones sexuales, pero que es valorada por sí misma. Este nombre parece mucho mejor a términos como “sexo extramarital“ o “un amorío“ o “querida“ o “amante”.
También apunta que:
“Las así llamadas relaciones satélite pueden ser establecidas por cualquiera de la pareja, y esto a menudo produce un gran dolor al igual que un crecimiento enriquecedor. Cuando dos personas, en una relación de pareja, aprenden a verse como dos personas separadas, con intereses y necesidades distintos y comunes, es más probable que descubran que las relaciones fuera de su relación es una de esas necesidades, y cuando esa relación externa incluyen la posibilidad de intimidad sexual, plantea problemas para los compañeros principales.”
Históricamente, los métodos anticonceptivos han causado un gran impacto en la estructura del matrimonio y la pareja. El hecho de que la mujer pueda acceder a métodos de control natal la llevan a no dedicarse exclusivamente al embarazo, alimentación y crianza de los hijos. Y también implica que se encuentra en igualdad de circunstancias con respecto al hombre para establecer relaciones satélite sin el riesgo de un embarazo.
Otra creencia fundamental al establecer un vínculo de pareja es que esta va a satisfacer todos los requerimientos físicos, emocionales, sociales y sexuales para toda la vida. Sin embargo, esto es imposible, por lo que vale la pena elaborar una visión más realista sobre las necesidades del otro que cada uno puede satisfacer. Al respecto Rogers afirma:
«De modo que se hace simplemente realista reconocer que cada uno de los miembros de la pareja necesita dar al otro más espacio vital para intereses y relaciones fuera de esa relación, tiempo para estar solo y para todas esas cosas que enriquecen la vida. Esto no contradice de ninguna manera la búsqueda continua de una vida en común más amplia y más profunda. Esto simplemente significa que no tiene que hacer todo juntos. El experimentar esa mayor libertad los lleva a una vida en común más provechosa.»
Ésto nos habla de la necesidad de apertura y crecimiento en la pareja.
O’Neill y la propuesta del “matrimonio abierto”
Para ahondar en esta idea, existe otra propuesta a favor del desarrollo personal y en contra de lo rígido y lo estático, se trata de la teoría de los antropólogos estadounidenses Nena y George O‘Neill en su libro “Open Marriage” (1972)(Matrimonio abierto) proponen el establecimiento de un matrimonio abierto. Vale la pena revisar el concepto:
El matrimonio abierto significa la relación franca entre dos personas, relación que tenga su base en una libertad e identidad igual para cada una de las partes. Entraña un compromiso verbal, intelectual y emocional de respetar mutuamente el derecho al desarrollo individual dentro del matrimonio.
“… cada uno tiene a su disposición suficiente espacio psíquico, lo que equivale a una libertad mental y emocional necesaria para llegar a ser un individuo. Siendo individuos, ambos miembros de la pareja son libres de desarrollarse y extenderse en el mundo exterior. Cada uno tiene la posibilidad de realizarse y vivir nuevas experiencias fuera del matrimonio. A través de su desarrollo individual, como personas diferentes que son, y con el amor que el uno siente por el otro, se vigoriza e incrementa su potencial común, en tanto que pareja.
Su unión se fortalece y se enriquece a través de un nuevo principio dinámico. Como cada uno está desarrollando su propia personalidad dentro de esta libertad, recibiendo nuevas experiencias del exterior y, a la vez agregando la aportación valiosa de las experiencias externas acumuladas por su pareja, la unión se desenvuelve constantemente en espiral ascendente.
El matrimonio abierto estimula el desarrollo de la esposa y del marido indistintamente. Por ello su unión prospera en el cambio y con nuevas experiencias.
El matrimonio abierto es una sugerencia para redactar de nuevo el contrato matrimonial con vistas a un estilo de vida acorde con las necesidades individuales. Asimismo implica una nueva apertura: apertura hacia uno mismo, apertura de uno hacia el otro, y apertura de ambos hacia el mundo. Sólo estableciendo libremente su propio contrato podrán conseguir las parejas la flexibilidad necesaria a su desarrollo. El matrimonio abierto es una monogamia extendida que conserva los aspectos positivos de una profunda e íntima relación de una persona con otra, pero que elimina las restricciones que antes atribuimos a la monogamia, creyéndolas parte integrante de esta.”
Por supuesto que esta última idea es la que causa mayor conflicto, el hecho de que se rompa la monogamia es difícil de concebir como un factor que favorezca el desarrollo de la pareja ya que tenemos muy arraigada la idea de la exclusividad que a menudo adopta la forma de posesividad total del otro. La fidelidad en un contrato cerrado tiene connotaciones de obligación. Siendo el placer y el afecto dos potencialidades que deberían de permanecer sin ataduras ni limitaciones, Nena y George redefinen el concepto de fidelidad así:
“La fidelidad es un concepto que se ha redefinido, calificándola de compromiso para el desarrollo propio y el del cónyuge; reparto entre ambos de lo que descubren y logran a través de ese desarrollo. Es lealtad y fidelidad a la expansión, a la integridad propia y al respeto recíprocos; no a una esclavitud sexual y psicológica.
En un matrimonio abierto, en el que cada uno de los cónyuges está seguro de su propia identidad y confía en el otro, existen nuevas posibilidades para relaciones adicionales, y el amor abierto (en oposición al amor limitado) puede extenderse abarcando a otros. La fidelidad no tiene por qué interpretarse dentro del estrecho marco del matrimonio cerrado, en el que el uno sospecha de la posible infidelidad del otro cada vez que se muestra interés en alguien del sexo opuesto. En el matrimonio abierto se puede llegar a conocer, disfrutar y compartir la camaradería, no sólo con el cónyuge sino también con otras personas del sexo opuesto. Semejantes relaciones, a su vez, vigorizan y extienden los vínculos conyugales.
Por supuesto, esas relaciones externas pueden abarcar lo sexual. Depende enteramente de las personas interesadas y afectadas. No recomendamos la relación sexual extraconyugal, pero tampoco decimos que deba eludirse. Es una opción más que puede tomarse o dejarse.
Está claro que el matrimonio abierto en cuanto a lo erótico se refiere no es para todos, se necesita un buen grado de apertura tanto a las necesidades personales como a cuestionar paradigmas, aún en nuestros días a 40 años de haberse hecho esta propuesta, es complicado concebir las implicaciones de un contrato abierto. Sin embargo, es posible establecer relaciones de pareja en las que ambos miembros se puedan desarrollar afectiva y sexualmente a partir de una comunicación abierta y elaboración de acuerdos realistas.
¿Cómo se trata en terapia la infidelidad?
La atención al paciente es en varios niveles, si ha ocurrido un evento de infidelidad, se le atiende evitando emitir juicio sobre lo ocurrido y acompañando a la persona o a la pareja para que salga del momento de crisis. Por otro lado, se pone el tema sobre la mesa para que se elaboren acuerdos al respecto.
Es importante que llevar a la reflexión el asunto de la infidelidad, la monogamia, la poligamia, cuestionarlo para llegar a una conclusión personal y que luego esta se pueda proponer, si es posible desde el inicio de la relación.